Los antiguos lavaderos, además de un sitio de trabajo, eran puntos de encuentro y lugares de importancia social en los que se aprovechaba para la transmisión de la información sobre la vida cotidiana.
Hasta la llegada del agua corriente a las viviendas, los lavaderos públicos fueron lugares de encuentro destacados en las localidades. Las mujeres allí reunidas, cantaban, contaban historias y se ponían al día de los sucesos de la vida cotidiana. De ahí, que la restauración de estos emplazamientos tenga tanta relevancia social y se conviertan en un recuerdo de aquellos años pasados.
Generalmente estos elementos se dividían en dos zonas, una de ellas destinada al enjabonado de las prendas y otra para el aclarado; algunos de ellos contaban con una cubierta o techumbre para proteger frente a las inclemencias del tiempo.
Hoy en día, muchos de estos lavaderos centenarios se han convertido en auténticos símbolos de decenas de pequeñas localidades entre los que destacan el de Villademor de la Vega, Quintanilla del Valle y Fresno de la Vega, que han restaurado sus lavaderos públicos con el apoyo de POEDA y han podido así, recuperar este patrimonio histórico tan importante.
La expresión “lavar los trapos sucios” nació en estos lugares, ya que en muchas ocasiones se aprovechaba el encuentro en los lavaderos para contar las intimidades de otros/as.